martes, 9 de marzo de 2010

Nikola Tesla: propulsores electrohidrodinámicos

Imagina un vehículo volador parecido a un helicóptero, capaz de generar un empuje vertical suficiente para flotar en el aire... pero en completo silencio, sin ninguna parte mecánica móvil ni necesidad de ningún combustible químico.

Estos propulsores, mediados del siglo XX, disfrutaron de cierto entusiasmo, como se puede intuir por esta portada de Popular Mechanics (1964) en donde se ilustra una hipotética máquina voladora basada en este principio:



El fundamento de este sistema es relativamente simple: se disponen dos capas de metales conductores, los superiores (afilados o acabaos en puntas) conectados al polo positivo y los negativos (más grandes) debajo, y se aplica una alta diferencia de potencial entre ellos (algunos miles de voltios). En el polo positivo se consigue ionizar el aire (efecto corona), con lo que se establece un flujo de moléculas de aire disparadas hacia el polo negativo (inferior) . Éste polo negativo se tiene que diseñar sin formas puntiagudas para evitar que también se generen iones en este lado y finalmente ambos tipos de iones colisionen en el aire cancelando el efecto.

Si el par de electrodos están unidos entre sí, sentirán una fuerza de sentido contrario al empuje del flujo de iones:


La fuerza de hecho viene dada por:

F=I d / k

siendo I la corriente, d la distancia entre los electrodos y k una constante que depende del fluido (en el caso que nos interesa, el aire).

Aunque este principio se conocía de antes, durante los años 60, Alexander de Seversky notó que una suave corriente de aire aparecía entre los electrodos de un ionizador de aire, así que se puso a investigar el tema y en unos años llegó a patentar una máquina voladora basada en este: el ionocraft. Sin embargo parece que este modo de propulsarse quedó en desuso. Posiblemente una razón para esto es el requisito de generar muy altos voltajes de bastante intensidad si se quiere elevar un peso considerable.

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